de Stefano Carbone
Te ríes,
te ríes estúpidamente
de mi miedo,
infamando el frágil,
castigando la inexperiencia,
llamándola torpeza.
Ay, infamia del hombre mortal…
Que no te das cuenta
del aire y el cielo en acuario
que cambian el lapso suspenso
de la materia real,
que no entiendes,
que la revolución ya ha llegado,
que no hay más espacio
para un paladar denso de enojo,
para tiempo impregnado de soberbia
No ves…
¿No puedes divisar los signos,
la vuelta del feroz invierno
gris hierro y plomo,
sin ninguna piedad
para quien intenta el despego?
No entiendes lo necesario,
el dejar atrás lo viejo,
lo rapaz,
la gana de conquistar al pobre,
de dominar lo incierto,
de asesinar lo diverso….
No te das cuenta
de que el conformismo
te paga con tempestad,
que ser esclavo no está contemplado,
¿No ves el sol y las estrellas
que dan sus vueltas
en los campos celestes?
¿No ves cómo es natural entregar la luz
a quien lo necesita?
¿No crees,
amigo
que no es más tiempo
de salar pociones con veneno y ansiedad
que ya el tiempo vuela
y la luz del atardecer desvanece
rara y constante
detrás de un horizonte
que es más por mí que por ti?
¿No ves,
que las palabras
escuchan las almas gentiles,
y que tu venganza te llevará
a un punto muerto?
Ten cuidado
a que no te vuelques en sombra.
Enciende la luz,
¡Enciéndela!
No remarques tu despecho.
No caigas en esta trampa.
El cielo escucha
y tú sigues gritando odio
demasiadas veces.
¿No te das cuenta…
De que no hace falta?
¿Que el aire es tuyo,
Y así mismo,
los campos y la mar?

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.