de Stefano Carbone
Una mañana de lluvia
puede ser una ocasión alcanzada:
cerrar el camino antes de tiempo
dejar de lado el propósito
para respirar este instante;
un soplo de céfiro
en la cruel obsesión
de alcanzar vacuos objetivos.
Y no es cuestión de sentirse vacío
ni de agarrarse a una tristeza sabor violeta,
es solo el descansar de huesos y piel,
agotados de tanto trabajo,
y reposar una mente repleta
de perpetua indecisión.
En este día,
limpiaré la casa, nido gris de abandono,
y colgaré en la pared guirnaldas de tierras ajenas,
recuperando la alegría pasada,
en búsqueda de esperanza para el futuro:
la imagen perdida de mi deleite,
como un obsceno relato entre tu y yo,
que sea capaz de sobrepasar este viento adverso.
No tengo miedo de tus sombras,
ni de feroces tormentas,
ya sabes que hace mucho tiempo
adorno mis vestimentas de relámpagos,
y danzo a la tenue voz de la lluvia.
La mar me hizo fuerte
y si tal vez necesite descanso
es para franquear el alma
y así volver a jugar con los colores,
feliz de arañar este aire fuliginoso,
acercándome al caos de la ciudad
que me dibuja en cuatro dimensiones,
cual atrevida estrella fugaz
en un mundo en blanco y negro.

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Una mattina di pioggia
di Stefano Carbone
Una mattina di pioggia
può essere un’occasione raggiunta:
interrompere il cammino anzitempo,
mettere da parte gli obbiettivi,
e fermarsi per respirare questo istante;
un soffio di zefiro
nella crudele ossessione
di raggiungere vuoti traguardi.
No,
non è questione di sentirsi vuoti
né aggrapparsi ad una malinconia dal sapor violetto,
è solo il riposare di ossa e pelle,
sfinite da tanto lavoro,
e quietar la mente colma
di perenne indecisione.
In questo giorno,
mondarè la casa, grigio nido d’abbandono,
e appenderò al muro ghirlande di paesi lontani,
per recuperare la gioia passata,
alla ricerca di speranza per il futuro:
l’immagine perduta della mia felicità,
come un’oscena storia fra te e me,
l’unica in grado di superare questo vento avverso.
Non ho paura delle tue ombre
né di violente tempeste.
Sai già da molto tempo
che adorno le mie vesti di fulmini,
e danzo al suono della dolce voce della pioggia.
Il mare mi ha reso forte
e se forse ho bisogno di una pausa
è per riposare l’anima
e così tornare a giocare con i colori,
felice di lacerare quest’aria fuligginosa,
avvicinandomi al caos della città,
che mi disegna in quattro dimensioni,
come un’audace stella cadente
in un mondo in bianco e nero.

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