di Stefano Carbone
Piove di sereno,
qui, all’ombra delle alte torri della città,
bianche lance issate nel cielo,
un paese delle meraviglie, destato dal sole di febbraio.
Respiravo appena, lontano dalla tua ombra,
non trovando più il senso a questa inquietudine:
un mondo incapace di reagire all’immobilità,
imbavagliato da leggi antiche,
che non danno voce all’insorgere di una folgorante agitazione,
protesta e vigore della fanciullezza,
il fuoco che da sempre arde nell’animo del poeta,
un astro che chiede più vita, più dignità, GIUSTIZIA.
Eccoti qui, dunque,
piena di grazia e dannazione,
segnata dalla prigionia, ma sempre regale,
come una corona di diamante,
incapace di dissimulare la sua luce.
Mi abbaglio di libertà al tuo cospetto,
tanto da domandarmi che ruolo ebbero
tutti gli uomini della mia vita,
amanti passeggieri votati all’oblio,
cenere in comparazione a te.
Ed incerto di tanto desio,
ritorno al tuo cospetto, come Odisseo pentito,
tornando dalla sua Circe, stanco di resistere al suo richiamo.
Piove stanotte, su questa terra santa,
macchiata da cemento e acciaio,
incapace di contenere la sua commozione.
Sei un punto infinito,
racchiusa in una stanza a lato di Atocha,
tu, che vivi in ogni atomo di questo lembo di mondo
incapace di non essere LIBERA.

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Llueve
de Stefano Carbone
Llueve de sereno,
aquí, bajo la sombra de las altas torres de la ciudad,
lanzas blancas izadas hacia el cielo,
un país de las maravillas, despertado por el sol de febrero.
Apenas respiraba, lejos de tu sombra,
sin encontrar más el sentido de esta inquietud:
un mundo incapaz de reaccionar ante la inmovilidad,
amordazado por leyes antiguas,
que no dan voz al inicio de una agitación deslumbrante,
protesta y vigor de la juventud,
el fuego que siempre ardió en el alma del poeta,
una estrella que pide más vida, más dignidad, JUSTICIA.
Así que aquí estás,
llena de gracia y condenación,
marcada por el cautiverio, pero aún real,
como una corona de diamantes,
incapaz de ocultar su propia luz.
Me hechizo de libertad en tu presencia,
lo suficiente como para preguntarme qué papel jugaron
todos los hombres de mi vida,
amantes pasajeros condenados al olvido,
ceniza en comparación contigo.
E inseguro de tanto deseo,
regreso a tu presencia, como un contrito Odiseo,
volviendo a su Circe, cansado de resistirse a su llamada.
Llueve en esta tierra santa
manchada de hormigón y acero,
incapaz de contener su ilusión.
Eres un punto infinito,
encerrado en una habitación al lado de Atocha,
tú, que vives en cada átomo de esta franja del mundo
incapaz de no ser LIBRE.

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