de Stefano Carbone
No pude escapar del verbo,
inolvidable inquietud,
no pude cruzar la línea roja
que separa tu fallo del mío:
el confín,
indefinido rasgo
que aparta carne y almas,
derecho y sosiego,
y atrapa, cual miedo,
sin dejar espacio
para pulcro perdón.
La conciencia,
tiránica verdad,
me agarró el pecho
arrancándome el alma,
asimilando este adiós,
cual ceniza en la boca.
Y cómo podría tener
un sabor distinto,
si la traición,
feroz de ruina,
nos amantó el juego…
¿Cómo podrían
los eventos
llevarnos a otro camino
que no implique distancia?
Quizás el perdón pueda,
pero el recuerdo exige.
Y también si aprecio tu esencia,
ya no aguanto tu paso.
Así que no queda otra.
Que nuestro futuro,
hablando en singular,
desconoce el miedo a la soledad.
El valor,
es la única moneda
que consiente.

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